Por Camila Cordero
Los derechos humanos no significan más que el respeto a la vida del otro, aceptar su opinión y sus características. Sin embargo, en décadas pasadas era algo poco valorado. Los períodos de guerra o dictadura lo demuestran. Es esto por lo que, en los años 90, peleaba la Comisión de la Verdad o la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación; por todas la víctimas de abuso político que perdieron sus vidas o fueron exiliados.
El 11 de Enero del 2010 la presidenta Bachelet inauguró El Museo de la Memoria y Los Derechos Humanos con el fin de dignificar el sufrimiento de las víctimas del período 1973-1990. Al mismo tiempo, esta obra pretende instaurar un momento de reflexión en las actuales y futuras generaciones, creando conciencia para evitar que el país vuelva a sufrir este tipo de situaciones, donde personas que lucharon por
hacer escuchar su voz terminaron siendo castigadas, incluso perdiendo la identidad, como los 124 sepultados anónimamente bajo el nombre de N.N. (no nombrados) en el patio 24 del Cementerio General.
Este museo, ubicado en Avenida Matucana #501, se hizo con la ayuda de diferentes corporaciones, países y familiares de víctimas que donaron material para hacer un memorial sobre estos hechos que, desde ahora, no quedarán en el olvido para la sociedad chilena.
Llama la atención lo fidedigno de los objetos y documentos, como revistas, grabaciones y fotos que comprueban, por ejemplo, lo fundamental que fueron los medios de comunicación como la radio, que fue el método más eficaz para dar a conocer las decisiones del bando militar, noticias de último minuto o entretener durante el “toque de queda”.
La historia de este país es conocida por todos, niños y adultos la nombran más de una vez compartiendo una comida o discutiendo. La situación de Chile en el régimen militar es conocida mundialmente (recibimos ayuda y apoyo para los refugiados políticos en distintos países); la prensa aumentó su importancia en la vida cotidiana de los chilenos y la conciencia nos cambió radicalmente.
Pero el museo pretende que esto no quede en lo anecdótico, que los hechos no se olviden; nos recuerda con dolor que tenemos derechos que no pueden ser ignorados. Nuestra sociedad tiene que ser respetada por cada uno de sus integrantes, y la prueba más digna de esto fue este horrible suceso que destruyó familias y vidas. La creación de un memorial tan enorme como este no tiene como fin abrir esa herida que, como sociedad, nos costó tanto cicatrizar; por el contrario, quiere que nuestra conciencia cambie: hay que respetar a esas personas que murieron para poder tener una realidad tan distinta como la de ahora, donde podemos expresarnos sin tener miedo.
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