Por Alexandra Medina
-¿No?
- No, lo siento. Los archivos son de propiedad privada.
Así que tuve que guardar mi cámara. Pese a las reglas, el periodista (y profesor del taller) Marcelo Ricardi consiguió el permiso para una foto grupal. Mientras la guía daba la espalda a la cámara, nos dio la bienvenida a recorrer en conjunto el joven museo.
El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos se inauguró el 11 de enero de este año, conformándose como uno de los proyectos bicentenario. Este recinto se encuentra ubicado en pleno barrio Yungay, en la comuna de Santiago. Hoy en día, es uno de los pocos espacios de acceso público que conmemoran la historia nacional, con la particularidad de mantener digno el recuerdo de miles de compatriotas que vivieron la peor cara del Chile entre los años 1973 y 1990. ¿Cómo?
A lo largo del país existen 160 memoriales destinados a otorgar dignidad a las víctimas de la violación de los Derechos Humanos, y sólo en Santiago son cerca de cuarenta. Pero, ¿qué son los memoriales? Para muchos, sólo placas o esculturas con una nómina de nombres… para mí también. Sabemos que gran cantidad de chilenos fueron privados de libertad, exiliados, exonerados, torturados, ejecutados o hechos desaparecer, pero ¿qué rol cumplían en ese determinado contexto?, ¿cómo enfrentaron la situación? Los memoriales no logran responder a estas preguntas, no logran evidenciar que fue de sus vidas ni sensibilizar justamente sobre la importancia del respeto a la dignidad de la personas.
El museo afronta esta problemática mediante la innovadora construcción arquitectónica inspirada en componentes simbólicos. El recorrido es un viaje en el tiempo. Al llegar a la Sala del 11 de Septiembre me encontré con una variedad de recursos visuales y auditivos que recrean en totalidad el contexto político y social de la época. Resulta que la mayoría del material histórico está compuesto por fotografías, periódicos y documentos guardados por las propias víctimas o sus familiares. Quien visite el recinto podrá afirmar que vivió en el '73.
Además, el recorrido evidencia los claves procesos que llevaron a cabo decenas de organizaciones, factores de los que no estamos al tanto. Este fue un complejo período de contrastes, pero no debemos ocultarlo. Es nuestro deber informarnos sobre la historia nacional y comprender los hechos que precedieron a la sociedad actual. Una visita a esta obra bicentenario contribuye a que construyamos una cultura nacional de calidad. Sólo mediante el descubrimiento de la verdad podemos avanzar sin tapujos y formar, como todos lo deseamos, una sociedad más tolerante, más comprometida y más unida.
Siempre es bueno reactivar la memoria y dejar de lado la cámara, recordar que ante toda diferencia política, social, racial, religiosa o de orientación sexual, somos humanos y nuestros derechos deben ser respetados permanentemente.
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